sábado, 13 de enero de 2007

Clausura del Any Freud

Foto: Andrea Resmini, Safi, 2006
Texto que leí en la clausura del Año Freud en Caixafòrum
Entrevista con el vampiro Hace unos días viajé a Belgrado a entrevistar, para mi libro balcánico, al único escritor directamente implicado en el discurso del odio y la guerra que aceptó hablar conmigo. Se trataba de un ex ministro de la Republika Sprska en Bosnia durante la guerra, colega y defensor de Radovan Karadžić. Ese encuentro me afectó mucho más de lo que yo suponía, a pesar de la desazón que sentía desde días antes de ir. El escritor serbio amigo mío que había aceptado oficiar de intérprete me tradujo oralmente dos de los cuentos de guerra del entrevistado y su calidad literaria me sobrecogió. Eran cuentos descarnados, económicos, casi chalamovianos, y estaban llenos de un amargo sarcasmo, y de toda la ambivalencia y complejidad de las guerras. Durante el encuentro, tuve la impresión de estar hablando con el Raskolnikov de Crimen y castigo, tan ansioso parecía de compartir el peso de su culpa, aunque no lo verbalizase así. Todas las historias que yo había leído y escuchado sobre el genocidio de los Balcanes estaban en cierto modo allí, sobre aquella mesa. Tal vez su inteligencia manipuladora, su talento de escritor, su pretensión de normalidad, su urgencia por acercarse ideológicamente a nosotros con un discurso supuestamente multicultural, su necesidad de ser entendido y perdonado fuese lo peor. Aquel hombre admitió que había pasado toda la guerra con Karadžić, se llamó su amigo y defendió su inocencia, aunque aludió a su biografía oscura. Él insistía en su condición de civil y probablemente no mató a nadie, pero estuvo allí y no hizo nada por impedir o mitigar los sufrimientos, las violaciones y el horror. La peor resaca emocional vino después. Aquella noche no pude dormir, cerraba los ojos y sólo veía la agonía y muerte de mi padre, tal vez porque todo aquello estaba demasiado conectado con la muerte. Mi amigo dijo que era como andar por un campo lleno de calaveras. Él se sentía mal por haber traducido sus palabras, convirtiéndose en cierto modo en el segundo autor de aquel texto. Yo no soy periodista, sino escritora y crítica literaria: nunca había entrevistado antes a alguien implicado en un genocidio, aunque sólo fuera de un modo indirecto. No sé cómo debió sentirse Hannah Arendt con Eichmann. Era inevitable pensar en la banalidad del mal, y en medio de la falta de luz del invierno balcánico, me consoló la interpretación freudiana de Elisabeth Roudinesco en ¿Por qué el psicoanálisis?, citando a Lanzmann: “No cualquiera es capaz de ese horror.” Cuando parece que la pulsión de muerte domine el mundo, para mí, el alivio del psicoanálisis es que permite volver a la visión humanista del hombre como ser libre y complejo, y no intenta adormecer su malestar con química, sino que lo aborda con valor. Durante los 13 años de mi propio análisis, yo pude agregar mis distintos fragmentos y contemplar con fascinación la curación por la palabra. Para una escritora con bloqueos crónicos, que escribe a tientas, que no depende de la voluntad sino del inconsciente, y que ve la vida como una sucesión de sorpresas internas, el psicoanálisis es una forma más interesante de mirar el mundo, pues permite sondear detrás de lo aparente. Gracias a Freud y a Lacan, yo he podido ser algo más libre, y vivir me sigue pareciendo curiosamente intrincado en un sentido de fruición intelectual, de comprender mientras voy andando (o escribiendo), al margen de la apariencia de éxitos y fracasos, al estilo de Françoise Davoine en La Folie Wittgenstein, o como dice Derrida en Aprender a vivir al fin: “Cuando recuerdo mi vida, tiendo a pensar que he tenido la suerte de amar incluso los momentos desdichados de esa vida, y bendecirlos.” Isabel Núñez, enero 2007

En La Vanguardia Cultura/s

Foto: I.N., Un ciprés en Mandri, ¿superviviente a las talas arboricidas?, 2009
Biografía Amores sáficos en Brasil ISABEL NÚÑEZ
Carmen L. Oliveira Flores raras y banalísimas. La historia de Elizabeth Bishop y Lota de Macedo Soares Vaso Roto Traducción de Ángel Alonso 285 PÁGINAS 14 EUROS
Huérfana, de infancia solitaria y salud frágil, la brillante poeta norteamericana Elizabeth Bishop (Massachusetts, 1911 - Boston, 1979) había estudiado en Vassar, era discípula de Marianne Moore y amiga de Robert Lowell, y había fundado junto con Mary McCarthy la revista literaria Con Spirito. Tras la publicación con éxito de su libro de poemas Norte y Sur, viajó en barco a Brasil, en un impulso. Allí conoció a Lota de Macedo Soares, aristócrata, arquitecta autodidacta y vanguardista, mujer arrogante y fogosa, el extremo opuesto de la callada y discreta Bishop.
Las dos mujeres se enamoraron y vivieron juntas doce años, en la innovadora y hermosa casa que Lota construía en Samambaia y el apartamento en Río de Janeiro, donde Lota recibe el encargo de diseñar un gran parque, el Flamengo. Carmen L. de Oliveira novela con acierto la vida de ambas mujeres, y gracias a su afinado retrato, esos dos interesantes personajes vibran intensamente y atraen a la lectura. Basándose en cartas y testimonios de amigos y personal de servicio, Oliveira logra una aproximación apasionante al frágil paraíso de estas mujeres: la capacidad de arrastre laboral, social y afectivo de Lota, la actitud abiertamente celosa de los amigos de Lota hacia Bishop, el forcejeo de Lota contra los procesos depresivos y alcohólicos de la poeta, la asfixia alérgica de Bishop, sus bloqueos, sus poemas felices, el premio Pulitzer, la complicidad, los viajes de Elizabeth con amigos y la dureza de las batallas políticas de Lota, que las acaban separando irremisiblemente. Bishop acepta un puesto en una universidad americana y allí conoce a otra mujer, y cuando al fin se reúnen de nuevo, es demasiado tarde para Lota, que tendrá un trágico final. Es un libro irregular, con momentos deliciosos, y si hacia el final esquematiza perezosamente la narración o se hace prolijo en las barreras burocráticas y políticas del parque de Lota, en ese proyecto brillan las ideas sobre una ciudad pensada para sus habitantes, una ciudad moderna, exuberante y humana, en el espíritu de Sert y Mumford. Y los retratos de esas dos mujeres creadoras, su entorno, su amistad y su pasión sáfica merecen la lectura. Ilustrado con fotografías muy vivas, el libro ha sido publicado con osado esmero gráfico por una nueva editorial, Vaso Roto.