sábado, 8 de octubre de 2011

Mi intervención en la mesa redonda Literatura en redes

Foto: I.N., Rufus espiándome, 2011
Mesa redonda organizada por J.L. Espina y ACEC en la Casa del Llibre (antigua Bertrand) el 7 de octubre de 2011, con Agustín Calvo Galán y Ramon Dachs, y el título
Literatura en redes, literatura enredada
Quiero dedicarle este fragmento al escritor Félix Romeo, que ha muerto bruscamente y que también estaba en las redes. Él me presentó mi libro balcánico en la librería Antígona, de Zaragoza, y dijo tantas veces la palabra “estremecedor” que pocos se atrevieron a comprar el libro. Tal vez no sabían que, para Félix, la palabra estremecedor era un gran elogio. No me he olvidado de aquella noche tomando copas en un bar cercano con un puñado de gente hospitalaria y empática de Saragosse. Me regaló su libro Amarillo, que acertó en alguna de mis dianas. De vez en cuando aparecía por el chat de Facebook y quedábamos en tomar un metafórico café, que ya no podremos tomar.
Empecé a escribir mi blog para apoyar mi libro de relatos CRUCIGRAMA, que se había publicado de forma alternativa y casi clandestina. Pronto el blog se convirtió en un espacio natural de mi escritura.
Alguna vez he comparado la escritura rápida del blog con los jugadores de ajedrez callejeros de la India: juegan partidas de diez o quince minutos, se vuelven expertos en ese juego rápido, vertiginoso, algunos se hacen campeones, pero luego tienen problemas a la hora de soportar las largas partidas de 4 y 5 horas de los campeonatos internacionales. Aquí ocurre algo similar. La escritura del blog es un entrenamiento eficaz e incuestionable, aunque no tiene que ver con la escritura lenta, obsesiva, corregida y podada de la ficción.
El blog se ha convertido en un vicio, integrado en esa enfermedad de la literatura o literatosis que señalaba Vila-Matas citando a Lobo Antunes, en la que la vida se convierte en un pretexto para escribir o importa sobre todo para escribirla. Como dice Lobo Antunes: “En cuanto empiezo a sufrir, me pregunto: ¿y esto, podré utilizarlo en una novela o un cuento?”. Casi todo puede abordarse en mi blog, excepto quizá aquello que no puede decirse y que hay que transformar en ficción, en otro lugar más enmascarado.
El vicio del blog consiste en esa sensación intoxicante de estar en el ruedo, como en la radio, escuchada o leída de forma instantánea e invisible. A veces incluso comentada en el momento. Sobre todo al colgar mis posts en Facebook. Hay lectores ya adictos, que reclaman su dosis cuando me retraso o preguntan por algún personaje. ¿Qué ha sido del hombre que llamaba demasiado? ¿Cuándo sale el gato Rufus? ¿Qué hay del librero de la calle Berlinès? Algunos clientes de esa librería la descubrieron por mi blog, como al azufaifo, otros han venido a alguna firma de libros y se han presentado así: “soy un lector o una lectora silenciosa”. Una vez conté en el blog que, en el avión de vuelta de Pristina, Kosovo, se me había roto un diente. Unos días después de escribirlo me presentaron a la poeta Esther Zarraluki y ella enseguida me preguntó por mi diente y por Kosovo.
En 2007 hice una campaña para defender un árbol, un azufaifo que había en mi calle, el ejemplar más grande documentado en Europa de esa especie, un árbol que tenía más de 200 años, tal vez 500 y que las nomas europeas protegerían, pero en este país arboricida, nada detiene a los políticos, que han entregado la ciudad a la mafia del cemento y los parkings. Hice una campaña en mi blog y empezó a aparecer gente asombrosa, técnicos, biólogos, ingenieros agrónomos que conocían o venían a ver el árbol, un luthier que sólo fabricaba instrumentos con madera de azufaifo, escritores y poetas que vinieron a un recital, periodistas de radios, periódicos y televisiones… Yo escribí a todo el mundo y el primero en hacerme caso fue Enrique Vila-Matas, que escribió un artículo sobre “El fin de Barcelona en El País, le siguió Oriol Bohigas en El Periódico, Francesc Arroyo que hizo todas las crónicas, Oriol Pi de Cabanyes que me nombró dríade, Antoni Puigverd, que cambió de opinión por mí, Agustí Fanzelli, que habló del festival callejero de poetas y tantos otros. Venían televisiones a filmar al pie del azufaifo… Y un día me encontré a Vila-Matas y me dijo: “Ya tienes la novela del azufaifo” y me aconsejó que lo publicara tal cual. Así que recorté los posts que me parecía que tenían una relación directa o poética con mi árbol, el azufaifo, que estaba conectado con mi infancia en Roses. Mandé el manuscrito al editor posible, Melusina, y al cabo de tres días me mandaba un contrato. Habíamos conseguido que catalogaran y protegieran al árbol, aunque al final, el espíritu arboricida o la mafia del cemento han ganado y se lo están cargando igualmente. Pero todo eso había ocurrido en el blog y tuvo repercusiones en campañas municipales posteriores, como la consulta de la reforma de la Diagonal, que no contaré aquí. Y el libro salió y Joan de Sagarra, escribió una de sus páginas en La Vanguardia y J. A. Millán escribió en El País y mucha gente de Galicia, de Andalucía y de Madrid me escribió para decirme que con mi batalla les había inspirado a las suyas. Y me llamaban para salvar árboles por todas partes, a unos pude ayudarles, a otros no. “¿Usted es la presidenta de la plataforma?”, me preguntaban algunos periodistas, y otros me calificaban de “líder vecinal”, cuando yo no tenía ninguna plataforma ni conocía apenas a mis vecinos, sino que era una escritora bloguera reconvertida en activista verde casi a la fuerza. La literatura se mezclaba a los temas de la Polis. Vila-Matas, en el prólogo de La plaza del azufaifo, dijo que en ese libro yo cambiaba de género como quien cambia de estado de ánimo. Esa definición vale podría aplicarse siempre a mi blog.
Es otra de las consecuencias de la escritura del blog, o de ese aprendizaje que me permite, al menos en ese formato, ir ligando misteriosamente cosas completamente independientes y dispersas.

La presencia en las redes resulta más importante en un país con muy poco espacio para lo literario, con suplementos y revistas reducidos al mínimo, pero sobre todo sin espíritu crítico, donde a los famosos y reconocidos se les adora sin exigirles nada, arbitrariamente, y a los no-reconocidos se les ningunea o masacra. Donde nadie tiene valor para señalar algo bueno si antes no ha sido reconocido y reafirmado por todos, o en el extranjero. El contrario de la escena francesa, donde los críticos afilan sus espadas y dentaduras cuando llega el último libro de los escritores célebres y donde muchos se atreven a defender lo desconocido.

Las redes están sin embargo dominadas por el mismo seguidismo y la misma cobardía. Eso por no hablar de la tremenda misoginia de la crítica literaria en este país, donde a las escritoras mujeres se les dan lecciones de moral o se las entierra, o bien se las compadece por su supuesta infelicidad en el espacio de una reseña. “Recluida en su soledad”, decía el otro día un muy buen crítico de una escritora inglesa que se separó de sus dos maridos. Como si el matrimonio garantizase la felicidad y la separación fuese síntoma de fracaso y desdicha… sólo para las mujeres, naturalmente.

Ahora bien, si los periódicos corren el peligro de desaparecer, como ellos mismos amenazan, tal vez los blogs de crítica literaria y de literatura puedan sustituir por completo ese espacio. En Francia, los blogs de crítica literaria son ya una plataforma importantísima; algunos de ellos tienen anunciantes o son financiados por publicaciones y editores y por supuesto, no sólo cuentan con miles de lectores, sino que algunos autores prefieren concederles a ellos sus entrevistas y los blogueros en cuestión publican sus libros de crítica a partir del éxito de dichos blogs.

Yo tengo teóricamente tres blogs, uno me sirve para despotricar políticamente y recoger artículos o vídeos (Polis); otro recoge mis artículos y reseñas publicados en La Vanguardia Cultura/s u otras revistas; y el otro es Crucigrama, donde escribo autoficción (y a la vez hablo de libros, películas, etc), es decir, una construcción literaria de lo biográfico, enmarcada en las llamadas escrituras del yo.

Algunos lectores no comprenden esa clase de escritura. Una vez hablé de mis manías del desayuno y vinieron decenas de comentaristas a contarme lo que les gustaba desayunar. El intercambio interesante no tiene que ver con un contenido vital literal, sino con algunas ideas que van más allá. Hace poco, como yo hablo de mis momentos de encalle en mi novela y también de cuando vuelvo felizmente a ella, un comentarista que a veces me comprende instantáneamente pero otras me confunde vino a aconsejarme que la abandonara. Cuando le dije que yo vivo en esa novela, que estoy imbricada con ella y no es un proyecto que pueda ni quiera abandonar, se quedó extrañado. Al principio también vinieron algunos a decirme que se trataba de una escritura narcisista. Pero yo no escribo de mí sino “desde mí”, me interesa el mundo desde la perplejidad que me produce y me convierto en personaje para contarlo. Por suerte, hay otros que me leen y lo toman como simple escritura, sin creer literalmente nada…

Muchas veces he sentido la tentación de convertir el blog en un libro y desaparecer. No sé si lo haré alguna vez. Si podré resistir la tentación de no estar ahí, enredada en ese bullicio de las redes…

Tal vez escribir en el blog sea un acto generoso o algo naïf, autodestructivo, de regalar la escritura a la gente. Y sin embargo, para los que vivimos en el único país de Europa donde no existe ningún control sobre las ventas de libros y sabemos que publicando estamos regalando el producto de nuestras ventas al editor, que nos dará sólo la limosna que quiera darnos, regalar directamente al público tampoco cambia las cosas. Cada país tiene un sistema distinto de control de ventas, y todos funcionan. Yo intenté animar a las asociaciones de escritores, a la de agentes literarios, a que intentáramos implantar el sistema francés, pero parece que a nadie le interese cambiar las cosas. La que ha sido ministra de Cultura me escuchó con interés y me dijo que recibiría a quiénes quisieran ir a verla con ese tema y apoyaría la iniciativa. El sistema francés de control de ventas se efectúa mediante una cooperativa que depende del gremio de libreros, que facilita los datos de paso por caja de los libros, de modo que ningún autor puede tener dudas: cada tres o seis meses recibe sus ventas, mediante una suscripción o una aportación mínima a esa cooperativa. Para mí, mientras todos discuten de los peligros del libro digital, es un escándalo y me produce perplejidad que nadie se interese en resolver esta cuestión. Sólo el abogado de ACEC me pareció que se hacía cargo…

Y luego está Facebook, que era un espacio pensado para encuentros adolescentes y se convirtió en un terreno de agitación política y cultural. Curiosamente, hay todavía ahí gente que lee, muchos que leen la prensa a través de nuestros links, que se enteran de lo literario a través de los que aún podemos elegir o señalar lo que nos gusta, que leen orientados por nuestras reseñas… A veces la atención es tan grande que produce asombro. Hace unos días puse un comentario diciendo: “Uno de mis editores me ha comunicado que quiere publicar mi libro sobre la ciudad en este trimestre. Sé que es muy difícil porque están desbordados, pero la noticia me ha dado una alegría.” ¡Vinieron unas ciento cincuenta personas a decir que les gustaba! Entre ellos directores de suplementos literarios, gente con cargos en instituciones culturales, etc. Yo no había dicho ni quién era mi editor ni qué clase de libro es ese que yo he escrito sobre la ciudad, pero hubo unos ochenta comentarios y todos esos “likes”. Es bien extraño…

Este verano la gente me pedía que pusiera más fotos y siguiera contando mi estancia en la Serbia profunda. Yo hablaba de un bosque completamente salvaje, un bosque que sólo yo parecía atravesar con los animales ocultos, todos los días… Pero justo al lado de donde se cometieron mayores atrocidades en los noventa. Algunos me decían que esas crónicas serbias les restituían. Y a mí esa conexión del blog y de facebook también me salvaba en cierta manera de la extrañeza del entorno… En invierno, en San Francisco, cuando no podía dormir por el jet lag, me consolaba conectar con el hervidero hormigueante de Facebook y me preguntaba si mi insomnio no sería un deseo de estar en los dos lugares al mismo tiempo…

Hay ahí una borrachera, una efervescencia, una intoxicación de las redes… Por un lado las redes dan larga vida a algunos artículos de la prensa escrita, a nuestras reseñas, como el blog, por otro dan acceso a unos encuentros útiles, de pronto uno acaba escribiendo a su director de cine favorito o surge un proyecto de edición… Y por otra parte llegan todos los días locos a paladas y gente pesadísima que sin mirar lo que haces intentan plantarte links con sus libros y blogs, en una burda autorpomoción contraproducente… Y sin embargo, ahí estamos… trabajando sin dinero, sin ingresos, “perdiendo tiempo” entre comillas, siempre sembrando por si acaso, tal vez vendiendo libros aunque nunca los cobremos, porque se los quedan los editores…

Aunque nos seguimos preguntando ¿vale la pena mantener nuestra presencia ahí? ¿qué haría falta para rentabilizarla? En esta época tremenda cuesta pensar en editores y libreros que pusieran publicidad en los blogs, y sin embargo, por ahí debería ir tal vez la cosa… Mientras tanto, seguimos enredados en los blogs y en Facebook y en esa escritura inmediata, de jugadores de ajedrez hindúes, que nos entrena para quién sabe qué rapeo, qué rapsodia o qué reto de palabras…

No hay comentarios: